K
E
T
H
Y
C.
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Vuelan al viento de fuego
cual palomas blancas mis sueños;
y emerges de ese raudo sueño,
sereno, transparente, inasequible como eres
como quisera que fueses.
Entonces, pintas el celaje
con colores de ilusión;
y es mi cielo, tu cielo, nuestro cielo
azul, gris, color del tiempo.
Inexistente, estás en mis suspiros
cual tímido haz de luz en mí penumbra.
Te entremeces, y agonizo en tu perfume
de amor, de indefinible aroma;
mis manos sin tocarte entrujan tu atavio,
mi boca febril busca tus besos
que caen al vacio.
Heme aquí perdida en mi mundo,
nuestro mundo imaginado, débil como la espuma.
¡Ah! Si tan sólo fuece cierta tu existencia,
ésa sería la esencia con que llenara la copa,
en la qual yo bebería la ansiada felicidad.
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